Entrada destacada

Bebés gemelos: Similares pero diferentes

 #bebés #bebésgemelos #padresdegemelos #consejossobrebebés #bebéscomportamiento La naturaleza es tan sabia que proporcionó nueve me...

Mostrando entradas con la etiqueta maternidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta maternidad. Mostrar todas las entradas

viernes, 12 de agosto de 2011

Maternaje y lameteo


Las actitudes que sustituyen al lameteo

Son poco conocidas las costumbres de ciertos mamíferos difíciles de observar, como los mamíferos marinos, por ejemplo. No obstante, se sabe que la madre prodiga a su hijo, después del nacimiento, frecuentes contactos cutáneos, una especie de caricias.

También aquí esos contactos cutáneos parecen tener un efecto estimulante, y un importante papel para el completo desarrollo del recién nacido.

Por el contrario, conocemos bien las costumbres de los grandes simios. En ellos el lameteo es reemplazado por lo que se denomina grooming (del inglés to groom: almohazar, acariciar a un caballo, prodigar atentos cuidados a un animal, sobre todo frotándolo y acariciándolo). La madre proporciona a su hijo recién nacido múltiples contactos cutáneos, en forma de caricias, masaje, manipulaciones, despiojamiento, etc.

Ha sido demostrado científicamente, por medio de observaciones y experimentaciones, que el monito siente una imperiosa necesidad de esos contactos con su madre, de su calor, de sus pelos, de su piel, de ser manipulado y llevado por ella en brazos o sobre la espalda.

Vemos así que incluso en los grandes simios, que no lamen a sus crías, existe la necesidad de estrecho contacto cutáneo entre madre e hijo, necesidad que es satisfecha con el grooming, actitud característica de las hembras hacia sus crías.

Los contactos táctiles juegan pues un pape! primordial en el maternaje de los primates, tal como lo juegan, bajo otras formas, en todos los mamíferos.

Como dice Montagu, parece haber habido una evolución del maternaje paralela a la evolución de las especies, desde el lameteo de los mamíferos inferiores, pasando por la «roedura» de los lemúridos (se sirven de sus dientes para acicalar), hasta el grooming con las manos y los dedos de los monos superiores más evolucionados.

Y el hombre, que se halla en la cima de la pirámide evolutiva, ¿a qué nivel se encuentra en lo que concierne al maternaje?

domingo, 7 de agosto de 2011

Conclusiones de la Maternidad en la Naturaleza


1. En los mamíferos, la cría se beneficia tras su nacimiento de un período de «maternaje» caracterizado por una hiperprotección y una dependencia total. Muy poco después es sometida a la educación del padre o de la madre, con una integración rápida en el mundo de los adultos. La educación concluye con la entrada en la edad adulta, que se realiza precozmente desde la pubertad, y que se caracteriza por la ruptura total de los lazos familiares, adquiriendo en ese momento el individuo una autonomía absoluta.

2. Durante la mayor parte de su historia, la humanidad educó a sus hijos siguiendo un modelo semejante al de los mamíferos. Entonces no había ni juventud rebelde ni conflicto generacional.

3. A partir del siglo XIX, la influencia creciente de la familia y de la educación obligatoria alejaron progresivamente la educación del niño del modelo animal. Fue cuando aparecieron los primeros problemas juveniles o educacionales.

4. Tomando conciencia de esos problemas, la sociedad contemporánea, en lugar de dar marcha atrás, acentuó la diferencia con el modelo animal para llegar, en nuestra época, a hacer exactamente lo contrario: supresión del maternaje, hiperprotección del niño más mayorcito y del adolescente, retroceso progresivo de la entrada real en la vida adulta... Paralelamente al desarrollo de esa actitud, se puede ver cómo, se multiplican los problemas de la juventud y la adolescencia, pudiendo desembocar en grandes explosiones de cólera, como en el caso de los campus norteamericanos o el mayo francés.

5. Sólo el abandono de esa conducta nefasta, que ha demostrado ampliamente su carácter peligroso e ineficaz —a pesar de su constante pujanza—, en favor de una vuelta al modelo natural, más acorde con la naturaleza profunda del ser humano, podrá aportar una solución a los problemas que plantean en la actualidad la educación de los niños y la neurosis de los adultos.

viernes, 29 de julio de 2011

Maternaje en la Naturaleza


Numerosos trabajos científicos de zoólogos, antropólogos y fisiólogos han demostrado que el maternaje es indispensable para la supervivencia y el desarrollo normal de la cría. La ausencia del mismo ocasiona con frecuencia la muerte de la cría, y siempre causa graves trastornos fisiológicos del sistema nervioso, principalmente, del aparato digestivo, del aparato urinario, del comportamiento afectivo, etcétera.

En la mayoría de los mamíferos, la madre, desde el nacimiento, lame a su hijo. Se ha demostrado que la lamida no responde en absoluto al deseo de limpieza, sino a una necesidad fisiológica fundamental. El lameteo de la piel, y de zonas específicas como el contorno de la boca, el vientre y el perineo, es necesario e indispensable para el buen establecimiento de las grandes funciones vitales, en especial de las digestivas y urinarias.

Ello no debe sorprendernos, pues sabemos que la piel es el primer órgano nervioso del organismo, punto de partida de una multitud de reflejos orgánicos. Al parecer, el lameteo de la piel ejerce en los mamíferos una estimulación necesaria y beneficiosa que pone en marcha y controla las grandes funciones vitales. Numerosas observaciones zoológicas han confirmado sin duda posible estas nociones.

La cría de mamífero debe ser lamida por su madre para sobrevivir. Si no tiene lugar ese lameteo, muere por disfunción digestiva y urinaria. Sería demasiado tedioso citar la multitud de trabajos efectuados sobre dicho tema por los fisiólogos o por simples criadores profesionales; baste con saber que se trata de una ley indiscutible de la naturaleza, verificada en todos los mamíferos, desde la rata hasta el cordero, pasando por el ciervo y los simios inferiores.

La estimulación cutánea aparece pues como una necesidad imperiosa para las crías de todos los mamíferos.

Curiosamente, sólo los primates superiores, es decir los grandes simios (orangután, chimpancé, gorila) y el hombre, no lamen a sus crías. ¿Tienen al menos alguna actitud que supla esa omisión?

miércoles, 27 de julio de 2011

El Llanto de llamado del bebé


¿Qué hacer cuando el bebé llama a su madre?

(por término medio, las madres hacen como que no oyen los gritos una vez de cada dos), lo único que podrá hacer será renovar su llanto cada vez con mayor frecuencia, y su inquietud y angustia irán en aumento. El operado que toca el timbre para llamar a la enfermera ¿qué crees que hará si ésta no acude?

Incapaz de moverse, clavado en su lecho, como el bebé, se pondrá cada vez más nervioso, y cada minuto que pase verá aumentar su angustia, hasta la tan esperada llegada de la enfermera, cuya mera presencia resulta tranquilizadora. No olvides que para tu hijo los gritos son como el timbre para el operado o el enfermo de gravedad.

¿Dejarías a tu marido, enfermo y solo, perdido en su habitación de hospital, llamar y llamar sin esperanza...? Pues eso es exactamente lo que algunos pediatras aconsejan que se haga con los bebés.

En efecto, muchos son los pediatras que preconizan no responder a la llamada del niño «para que no adquiera malos hábitos». Por un momento, imagínate a ti misma, con una mínima luz o incluso en completa oscuridad, y llamando toda la noche a la enfermera... ¿Qué dirías si al día siguiente te respondieran a guisa de explicación: «La enfermera no se molestó en acudir porque no quería que usted adquiriese malos hábitos»...? Desearía que esos pediatras, tan duros con los indefensos bebés, conocieran a su vez un día, en su propia carne, la angustia de estar solos, de tener miedo y de reclamar en vano una ayuda que no llega. Entonces quizá comprenderían lo que infligen a los bebés.

En una ocasión leí algo horrible: «La famosa relación entre madre e hijo durante los primeros años, tan invocada por la ideología contemporánea para explicar todas las felicidades y todas las desgracias, nos parece una superstición de las más monumentales». La persona que osó escribir esto es un pediatra, que dispone de una amplia audiencia en la prensa, la radio y la televisión francesas. Se trata del profesor Debray-Ritzen; no olvides ese nombre.

Volviendo a la doctora Ainsworth, sus trabajos no sólo han arrojado luz sobre el hecho de que cuantas más pruebas de amor dé la madre a su hijo más feliz será éste y menos llorará, sino asimismo sobre el modo en que la madre debe aportar esas pruebas de amor a su bebé.

jueves, 21 de julio de 2011

Bebés prematuros y maternidad


Prematuros y maternaje

La necesidad vital del maternaje es hoy reconocida por todas las personas serias. Cuando las circunstancias obligan a separar al niño de su madre, se plantean grandes problemas tanto en uno como en otro. He aquí las reflexiones del Congreso de la Société Francaise de Médecine Périnatale (Biarritz, 1976) en lo que concierne a los problemas planteados por la hospitalización de los prematuros:

«En lo que al niño respecta, sus necesidades en los primeros días de vida ya no son negadas por nadie actualmente. El recién nacido necesita contacto físico y caricias. Necesita un entorno y, en su dominio relacional primario, la madre es el compañero privilegiado; ella puede captar los deseos de su hijo mejor que nadie.

»Separar al prematuro de su madre resulta pues muy perjudicial. El recién nacido no puede iniciar ninguna relación personalizada durante los primeros días de su vida; ya no puede "fabricarse" la imagen de su madre tal como él la percibe por la vista, el tacto, el calor...

»Del mismo modo, las transformaciones psicológicas en la madre sólo se realizan en contacto con el hijo; la ausencia del mismo, apartado de ella, tiene repercusiones importantes, no sólo en lo inmediato sino también más tarde.»

miércoles, 16 de marzo de 2011

Sexo del Bebé - ¿Niño o Niña?



¿Qué será, niño o niña?

Saber el sexo del niño antes del nacimiento constituye la legítima curiosidad de todas las madres. Sin embargo, debes comprender que, en el estado actual de la ciencia, no hay forma válida de responder a esa pregunta durante los primeros meses del embarazo. Tradicionalmente, existen unos métodos sencillos de adelantar una respuesta, transmitidos de madres a hijas desde hace siglos: forma del vientre, ombligo más o menos saliente; posición alta o baja del feto, fase de la luna en que ha sido concebido, sexo y fecha de fecundación de los hijos anteriores, etc. Detendré aquí mi enumeración, pues no deseo aventurarme en un terreno puramente alquímico o mágico. En cualquier caso, todos los métodos citados tienen en común su absoluta ineficacia. Ninguno resiste un análisis estadístico serio, basado en un amplio número de casos.

La auscultación del corazón del feto pareció aportar un argumento más científico; un ritmo rápido significaría un niño y un ritmo lento, una niña. A menos que sea al revés, no lo recuerdo bien... Desgraciadamente, tampoco este método, que contó con bastantes seguidores entre los parteros y comadronas del siglo pasado, ha podido resistir el control de la ciencia moderna. El registro electrónico del ritmo cardiaco —del que hablaré más adelante—, técnica de uso corriente en la obstetricia actual, ha demostrado, de modo irrefutable, que no existe relación alguna entre el ritmo y la intensidad de los latidos del corazón del niño y el sexo de éste.

En la actualidad, existen dos métodos científicos para saber el sexo del niño antes del nacimiento. Uno es muy simple, pero tan sólo da resultados válidos a partir del séptimo mes del embarazo: la ecografía uterina. El segundo podría indicar el sexo mucho antes, pero es un método difícil e incluso peligroso: la punción am-niótica.

La ecografía uterina, basada en los ultrasonidos —y por lo tanto sin ningún peligro—, permite estudiar el feto con gran detalle, proporcionando sobre una pantalla de televisión una especie de «fotografía», tan detallada que permite distinguir su sexo. Si el sexo resulta visible, lo que no siempre ocurre, pues depende de la posición del niño, un buen ecografista nunca se equivoca.

La punción amniótica consiste en tomar una muestra del líquido amniótico, mediante una punción a través del vientre de la madre.

El líquido amniótico (las aguas) es el que rodea al niño en el interior del útero. La muestra obtenida se observa al microscopio, a fin de estudiar las células que flotan en el líquido. Algunas provienen de la piel del feto. Como cualquier otra célula de su cuerpo, las cutáneas contienen 46 cromosomas en el núcleo. Entre ellos se encuentran los dos cromosomas sexuales, que permitirán descubrir el sexo del niño.

En efecto, el sexo de un individuo viene determinado por esos cromosomas sexuales.1 La presencia de dos cromosomas denominados X caracteriza el sexo femenino (XX = femenino); la presencia de un único cromosoma X y de otro, mucho más pequeño, denominado Y caracteriza el sexo masculino (XY = masculino). Si el estudio al microscopio de las células del niño tomadas de la muestra de líquido amniótico indica la presencia de dos cromosomas X, el feto es de sexo femenino.

Si, por el contrario, se descubre la presencia de un cromosoma X y un cromosoma Y, el feto es de sexo masculino. Pese a tratarse de un método complicado, el análisis de las células del líquido amniótico suministra una información válida, y podría parecer óptimo para saber el sexo del niño antes del nacimiento.

En realidad, el problema no radica tanto en el análisis del líquido amniótico —pese a que el margen de error sea de un 15 %— como en la punción misma. Se trata de un procedimiento relativamente fácil hacia el final, del embarazo, cuando el niño es percibido con claridad, mas para entonces la ecografía resulta mucho más simple. Sin embargo, en los primeros meses, con un embrión pequeño y con poco líquido, la punción es difícil y peligrosa.

Podría compararse al intento de pinchar —a través de la cascara— la clara de un huevo crudo sin tocar la yema, hallándose dicho huevo en el fondo de un cesto lleno de lana. El deseo de saber el sexo del niño no merece correr tantos riesgos. No obstante, es cierto que la punción amniótica se practica a veces durante los primeros meses del embarazo, pero de modo excepcional, y nunca para saber el sexo. Se trata de los casos graves (cuando se teme que se produzcan malformaciones), en los que el riesgo de la punción queda compensado por el de evitar que evolucione un embarazo anormal.

martes, 15 de marzo de 2011

Malformaciones en el Bebé


¿Qué riesgo hay de tener un hijo con malformaciones?

Esta pregunta traduce la ansiedad permanente de todas las embarazadas de cualquier época y país, así que no me sorprende que la formules... La esperaba.

Ante todo, quiero tranquilizarte, pues los riesgos son ínfimos: un caso por cada mil nacimientos, aproximadamente.
Entre las malformaciones debidas a una anomalía congénita (anomalía de los cromosomas, antes o poco después de la fecundación), la más habitual es el mongolismo, debida a la presencia de un cromosoma supernumerario, y que no sobrevive más que en un embarazo de cada 2.000 antes de los cuarenta años (pasada esa edad, el riesgo aumenta considerablemente).

Entre las malformaciones debidas a una embriopatía, es decir, a un trastorno en las primeras etapas de la formación del feto —en los primeros meses exclusivamente—, las más habituales son las debidas a la rubéola. Pero, además de que un alto número de mujeres en edad de quedar embarazadas se hallan inmunizadas contra esa enfermedad, que la vacunación puede proteger al resto y que el niño no tiene por qué ser atacado por dicha dolencia ni siquiera en las condiciones menos favorables, disponemos de análisis clínicos extremadamente precisos, que permiten al médico negar o afirmar la realidad del riesgo.

En caso afirmativo, es conveniente plantearse la interrupción del embarazo. En definitiva, si bien la manifestación de la rubéola en una mujer encinta, en el curso de los tres primeros meses del embarazo (repito que no hay ningún peligro más allá de esa fecha), puede ser causa de una comprensible inquietud, hay que insistir sin embargo en que el riesgo real es ínfimo.

Respecto a los medicamentos, he de decir que ya no son causa de malformaciones, debido a que en la actualidad se lleva a cabo un control muy severo, a fin de no prescribir a una embarazada ningún medicamento nuevo o poco conocido.

Existen otras causas, pero son tan diversas como raras.

En cuanto a los métodos de detección de malformaciones, los progresos son mucho menos espectaculares de lo que ciertos artículos de revistas han proclamado. El único medio de que disponemos es la punción amniótica (o amniocentesis), ya descrita.

Difícil y peligrosa en los primeros meses del embarazo, único período en que sería de utilidad, permite tan sólo detectar unas pocas malformaciones (esencialmente cromosómicas), y además no puede ser practicada de modo sistemático en cada examen médico preventivo. De hecho, no se utiliza sino en casos muy raros de malformaciones hereditarias. Por otra parte, la ecografía puede revelar ciertas anomalías importantes de tipo morfológico (hidrocefalia, ausencia de cerebro, malformaciones de los miembros, etc.), aunque generalmente en un feto ya grande.

lunes, 14 de marzo de 2011

Medicamentos Nocivos para el bebé


¿Qué medicamentos son peligrosos para el niño?

Tras el drama de la talidomida, se ha creado una auténtica psicosis con respecto a los medicamentos que puede tomar la futura madre. Sin embargo, no hay que sacar las cosas de quicio. La inmensa mayoría de los medicamentos no tiene efectos desfavorables sobre el niño, sobre todo después del tercer mes, ya que el riesgo eventual sólo existe en los tres primeros meses del embarazo.

No obstante, algunos medicamentos están terminantemente prohibidos, en el estado actual de conocimientos: las hormonas masculinas y productos derivados, los anticoagulantes a base de antivitamina K, los vermífugos a base de estaño, la vacuna contra la rubéola, los medicamentos anticancerosos, el yodo radiactivo y el radio. Desde luego, estos medicamentos jamás se prescriben a una embarazada.

Otros deben ser empleados con prudencia: los antitiroideos sintéticos, las dosis fuertes y prolongadas de barbitúricos y morfínicos, ciertos medicamentos para bajar la tensión, algunos antibióticos administrados en dosis altas y durante un período prolongado, y las vacunas contra la viruela, la rabia, la difteria, la fiebre amarilla y la poliomielitis.

Para acabar, citaré al profesor Giraud: «No sería razonable dejar de aplicar a una mujer encinta un tratamiento necesario en base a un exceso de precaución. Tal actitud no sólo podría serle perjudicial a ella, sino también a su hijo, que puede sufrir indirectamente una enfermedad materna, o incluso ser atacado por esa misma enfermedad. Restablecer de inmediato la salud de la madre no puede suponer sino ventajas para el niño, a condición de que la terapéutica empleada no presente riesgos para éste, lo que exige una prudencia muy comprensible».