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viernes, 13 de mayo de 2011

Posibilidades reales del Feto




Las posibilidades reales del feto

Reflexionemos sobre algunos ejemplos concretos y consideremos el caso del oído y la audición.

No hay que olvidar que el oído está ya individualizado en el feto de diez semanas. Por otra parte, desde hace varios años se ha probado científicamente que, en el interior del útero, el feto es sensible a los ruidos exteriores. El doctor Grimwade, de Estados Unidos, suministró en 1971 una de las primeras pruebas: el ritmo del latido cardiaco del niño se acelera si se aproxima una fuente sonora al vientre de la madre; el niño ha reaccionado pues de modo efectivo a un sonido procedente del exterior.

Incluso se ha podido demostrar que desde el quinto mes del embarazo el feto es sensible a sonidos variables producidos por diapasones situados en la proximidad del vientre materno. De hecho, los sonidos «normales» son los que constituyen el entorno habitual del feto en el interior del útero. Esos sonidos «normales» son esencialmente los producidos por el ruido de la aorta materna y de los principales vasos de la pelvis de la madre.

No obstante, el feto no sólo es capaz «de oír» esos sonidos normales, interiores, o extraños, exteriores, sino que es capaz de apreciar el valor efectivo de esos diversos sonidos. Los sonidos o ruidos que le llegan, más o menos modificados por el medio líquido que lo rodea, tendrán para él una cierta carga afectiva, agradable o desagradable, y guardará en su memoria algunos de esos sonidos, los más habituales o los más marcados.

El doctor Salk, pediatra norteamericano, fue uno de los primeros en poner de manifiesto, científicamente, esas posibilidades insospechadas del feto. Hizo oír a grupos de recién nacidos o de lactantes tres grabaciones distintas: el ruido de un corazón humano, el golpear de un metrónomo con la misma cadencia y una nana. Todos los bebés emplearon tres veces menos tiempo en dormirse con la grabación de los latidos del corazón (los cuales corresponden a los golpes de la sangre en la aorta materna) que con las otras grabaciones.

Médicos japoneses han confirmado recientemente esos descubrimientos, demostrando que la grabación de los ruidos de la placenta materna tiene un gran poder calmante y tranquilizante sobre el recién nacido. El recién nacido que llora y que es vuelto a sumir en el universo sonoro que conocía antes de su venida al mundo se calma de inmediato, y se duerme, lo que confirma, por otra parte, el aspecto de beatitud de la vida intrauterina.

Las experiencias que yo mismo he llevado a cabo con grabaciones de ruidos placentarios, y de las que trataré más adelante, confirman esas nociones indiscutibles.

Idénticos resultados han sido obtenidos por un médico francés, el doctor Feldoo. Habiendo logrado en ocho mujeres encinta un estado perfecto de no tensión y de bienestar con métodos de relajación (sofrología), dispuso cerca del vientre de esas futuras madres una fuente sonora que dejaba oír una música de tonalidad baja (un fragmento de fagot). Con ocasión del alumbramiento de esas madres, los recién nacidos cesaron de gritar en cuanto se les hizo oír el mismo motivo musical.

No solamente había reconocido el bebé el motivo que había oído a través del útero, sino que recordaba que dicha música correspondía, tanto para su madre como para él, a un momento de relajación y bienestar. La audición de ese motivo musical creaba de nuevo un estado de calma (traducido por el cese del llanto), según un proceso de condicionamiento muy similar a los utilizados por los conductistas.

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